DEL BOULEVAR AL SÁHARA:
Las bicicletas abandonadas en los aparcabicis son reparadas y enviadas a países subdesarrollados.
Más de una y de dos veces habrá reparado en las bicicletas en
mal estado candadas al mobiliario urbano o en alguno de los aparcabicis que hay repartidos por la ciudad. Bicicletas sin ruedas y amasijos de hierros oxidados que por hache o por be nadie reclama. Estas bicicletas, sin embargo, una vez reparadas, pueden llegar a ser una herramienta indispensable para muchas familias en aquellos lugares del mundo donde las dificultades de transporte se convierten en un serio inconveniente para la vida diaria. Haití, República Dominicana, Benin, Congo, Etiopía, Argelia y Mali son algunos de los países a los que van a parar parte de las bicicletas que son retiradas de las calles por los agentes de la Guardia Municipal al ser abandonadas. Igual que todavía hoy se pueden ver autobuses antiguos de San Sebastián por las calles de La Habana, las bicicletas pasan en apenas unos meses del asfalto del Boulevard a la arena del Sáhara. Claro que desde que son retiradas de las calles hasta que llegan a su lugar de origen hay un minucioso trabajo en la que están implicadas decenas de personas y asociaciones coordinadas desde el Departamento de Movilidad, Cooperación y Bienestar Social del Ayuntamiento. El edil Jon Albizu considera que esta iniciativa es una muestra de que «en tiempos de crisis no hay que olvidar las realidades de otros mundos. La apuesta por la cooperación del gobierno municipal se demuestra con hechos concretos y no solo con palabras».
La iniciativa en San Sebastián para arreglar y donar las bicicletas que van agolpándose en el depósito municipal arrancó hace dos años al entenderse que el poner las bicicletas en manos de personas en situación de exclusión social podría alcanzar un doble objetivo. En el último año dos entidades participaron en los trabajos de reparación -la asociación Erroak-Sartu y la Fundación Secretariado General Gitano- y otras tantas asociaciones se encargaron de enviarlas en alguno de los contenedores solidarios que cada cierto tiempo parten en barco desde Euskadi rumbo a países subdesarrollados. Entre unos y otros, de las 430 bicicletas retiradas de las calles en 2011 y 2012, 291 se repararon y el resto se despiezaron o acabaron como chatarra.
El sábado que viene la Delegación Diocesana de Misiones, de la Diócesis de San Sebastián, volverá a insuflar algo de aire con un envío de bicicletas a Haití. «El propósito es tratar de ayudar a paliar y conseguir proyectos de desarrollo de la mano de los más de 500 misioneros guipuzcoanos -sacerdotes, religiosas y seglares- repartidos en 65 países», cuenta Leire Atxega, coordinadora que viene trabajando en este campo desde hace quince años. Estos días ultiman los preparativos en un polígono de Lazkao conjuntamente con los voluntarios de la oenegé Herriak Elkar Lanean. En el contenedor de 25 toneladas enviarán comida, ropa... y medio centenar de bicicletas. Este envío y los anteriores -tres o cuatro cada año- se completan bajo un estricto lema: «Aquello que no sirve aquí, no se manda allí», dice Atxega.
El cuadro de bicicleta sin ruedas abandonado en cualquiera de las calles de nuestra ciudad, una vez reparado, permite a los niños del Sáhara acudir a la escuelas y regresar de ellas a sus hogares reduciendo hasta en tres cuartos de hora el tiempo utilizado, que todavía hoy deben de realizar irremediablemente a pie. «Las bicicletas se convertirán en unos vehículos que mejorarán enormemente su calidad de vida estudiantil», dice Txus Martín, coordinador de la asociación de cooperación al desarrollo Euskal Trenbideetako Langileak Mugarik Gabe que impulsa el proyecto '3.000 bicicletas para el Sáhara'.
Tanto uno como otro coinciden en señalar que esta actividad fomenta la solidaridad entre los pueblos, impulsa el reciclaje y la reutilización de recursos frente a la actual cultura del despilfarro y reivindica el uso de la bicicleta como medio de transporte sostenible y respetuoso con el medio ambiente.
mal estado candadas al mobiliario urbano o en alguno de los aparcabicis que hay repartidos por la ciudad. Bicicletas sin ruedas y amasijos de hierros oxidados que por hache o por be nadie reclama. Estas bicicletas, sin embargo, una vez reparadas, pueden llegar a ser una herramienta indispensable para muchas familias en aquellos lugares del mundo donde las dificultades de transporte se convierten en un serio inconveniente para la vida diaria. Haití, República Dominicana, Benin, Congo, Etiopía, Argelia y Mali son algunos de los países a los que van a parar parte de las bicicletas que son retiradas de las calles por los agentes de la Guardia Municipal al ser abandonadas. Igual que todavía hoy se pueden ver autobuses antiguos de San Sebastián por las calles de La Habana, las bicicletas pasan en apenas unos meses del asfalto del Boulevard a la arena del Sáhara. Claro que desde que son retiradas de las calles hasta que llegan a su lugar de origen hay un minucioso trabajo en la que están implicadas decenas de personas y asociaciones coordinadas desde el Departamento de Movilidad, Cooperación y Bienestar Social del Ayuntamiento. El edil Jon Albizu considera que esta iniciativa es una muestra de que «en tiempos de crisis no hay que olvidar las realidades de otros mundos. La apuesta por la cooperación del gobierno municipal se demuestra con hechos concretos y no solo con palabras».
La iniciativa en San Sebastián para arreglar y donar las bicicletas que van agolpándose en el depósito municipal arrancó hace dos años al entenderse que el poner las bicicletas en manos de personas en situación de exclusión social podría alcanzar un doble objetivo. En el último año dos entidades participaron en los trabajos de reparación -la asociación Erroak-Sartu y la Fundación Secretariado General Gitano- y otras tantas asociaciones se encargaron de enviarlas en alguno de los contenedores solidarios que cada cierto tiempo parten en barco desde Euskadi rumbo a países subdesarrollados. Entre unos y otros, de las 430 bicicletas retiradas de las calles en 2011 y 2012, 291 se repararon y el resto se despiezaron o acabaron como chatarra.
El sábado que viene la Delegación Diocesana de Misiones, de la Diócesis de San Sebastián, volverá a insuflar algo de aire con un envío de bicicletas a Haití. «El propósito es tratar de ayudar a paliar y conseguir proyectos de desarrollo de la mano de los más de 500 misioneros guipuzcoanos -sacerdotes, religiosas y seglares- repartidos en 65 países», cuenta Leire Atxega, coordinadora que viene trabajando en este campo desde hace quince años. Estos días ultiman los preparativos en un polígono de Lazkao conjuntamente con los voluntarios de la oenegé Herriak Elkar Lanean. En el contenedor de 25 toneladas enviarán comida, ropa... y medio centenar de bicicletas. Este envío y los anteriores -tres o cuatro cada año- se completan bajo un estricto lema: «Aquello que no sirve aquí, no se manda allí», dice Atxega.
El cuadro de bicicleta sin ruedas abandonado en cualquiera de las calles de nuestra ciudad, una vez reparado, permite a los niños del Sáhara acudir a la escuelas y regresar de ellas a sus hogares reduciendo hasta en tres cuartos de hora el tiempo utilizado, que todavía hoy deben de realizar irremediablemente a pie. «Las bicicletas se convertirán en unos vehículos que mejorarán enormemente su calidad de vida estudiantil», dice Txus Martín, coordinador de la asociación de cooperación al desarrollo Euskal Trenbideetako Langileak Mugarik Gabe que impulsa el proyecto '3.000 bicicletas para el Sáhara'.
Tanto uno como otro coinciden en señalar que esta actividad fomenta la solidaridad entre los pueblos, impulsa el reciclaje y la reutilización de recursos frente a la actual cultura del despilfarro y reivindica el uso de la bicicleta como medio de transporte sostenible y respetuoso con el medio ambiente.